“Si
uno no enloquece al final de la adolescencia
es
porque se ha dado por vencido
y
ha decidido ser un ciudadano normal.
(…)
La infancia era el estado poético por excelencia”
(Beñat
A.)
Las ideas se posaron
Y bebieron del agua
que corría del vaho de un espejo.
Tenía
un nido en la cabeza.
Te regalé un poco de él.
Con seísmos de ideas
que amenazaban hecatombe
con ríos desbordados
y colores que detonaban
contra opresivos cauces.
Era el dulce banquete de la cordura
y cenamos juntos larvas de locura.
Pero emigraron los pájaros de nuestras cabezas
y con ellos nuestra memoria inocente.
Agoniza un sincero vértigo perdido
de huérfanos polluelos abandonados.
Teoría Revolucionaria
que embiste sin piedad
y contra revisionistas
remendones que divagan
La subjetividad de lo terrible.
Cuando las palabras muertas
habitan los eternos cementerios
y las flores al amanecer
olvidan su efímera fragancia.
La bruma inocente se llevó hasta la memoria
para entonces ya era tarde
porque la confundiste con calima
pensando que todos somos eternos.
Añorando con nostalgia
la presencia de pájaros
que en nuestras
cabezas
un día anidaron,
deambulo sin sentido por el pabellón
dejando tras mis pasos
el rastro de babas
que siempre me acompañan.
…hasta topar y topar las acolchadas paredes de mi suite
en este experimento llamado Villa 21.