Pages

sábado, 31 de enero de 2015

El último ascendiente.



"En la vida hay que acostumbrarse a todo,
 incluso a la eternidad."
(El fantasma de la ópera. Gaston Leroux)






¡Abuelo, abuelo! cuéntanos un cuento de Toti.
Sentado en la butaca, el anciano de gafas redondas, pelo cano y nariz prominente, sostenía entre sus temblorosas manos uno de los libros de Nur. Entretanto los pequeños correteaban a su alrededor entre risas, saltos e infantiles cantinelas, éste abría el libro y, en voz baja, comenzaba a leer el primer texto consiguiendo aplacar la algazara y atrayendo la atención de sus nietos.
Mientras esto ocurría, arriba en el techo un millón seiscientas cincuenta y tres mil quinientas veintiséis termitas albergadas generacionalmente en la vieja viga maestra iniciaban, al unísono, su ópera prima en un demoledor estruendo que no entendía de solfeos, compases ni cantos pero hizo crujir con primacía aquella traviesa antes de desmoronar por primera vez en trescientos veinte años un tradicional caserío del valle de Balanzategi donde las vacas Mo y La Vache qui Rit se hicieron amigas gracias a Bernardo Atxaga.
    
                   *La astucia del abuelo hizo que todos los niños, incluido el mismo anciano, salvaran sus vidas al colocarse precisamente en el primer acorde del inicio de la función bajo la resistente y coja mesa de roble que había hecho a mano, trescientos diecinueve años atrás, el tatarabuelo Zacarías, el ascendiente perdido y olvidado de la familia Belaustegigoitia.

miércoles, 21 de enero de 2015

Adjoa y la sombra del árbol de ébano.



“Sé que nunca llegará el día en que, señalándome, se diga:
Es el antiguo presidente de Burkina Faso.
Se dirá: Es la tumba del antiguo presidente de Burkina Faso."
(Thomas Sankara.1949-1987) 

   Había nacido en Tanzania, un lunes. Es por ello que sus progenitores le llamaron así, Adjoa, nacido el lunes. Con diez años, Adjoa cazaba con su propio arco ardillas y pequeños animalillos comprometiéndose, como un adulto más, en el sobrevenir diario de la comunidad, una comunidad que decrecía cada vez que el anhelo de una vida mejor tamizaba entre moscas el amarillo polvo y árboles de ébano, la falsa evidencia de un mundo lleno opulencia y acopio.

Durante el viaje, su cabeza descansó apoyada entre su mano y la ventanilla de aquel incómodo autobús. Se recreó recordando la angustia del mar y los cincuenta y tres días de cautiverio sufridos en el CIE de Barcelona tras saltar la valla de Melilla, ser apaleado y detenido por la guardia civil. Ahora toda su odisea parecía quedar atrás, el éxodo masivo, la sed del mar tragándose a sus compañeros de viaje y el baldío salto hacía lo que muchos creyeron, un mundo mejor, todo llegaba a un ansiado fin.

El autobús se paró tras el largo e incómodo viaje de más de seis horas. Mientras el resto de pasajeros se apresuraba con demasiada excentricidad en bajar de aquel angosto vehículo, Adjoa permaneció en su asiento observando tras la ventanilla cómo son las estaciones de autobuses en el mundo libre. Aunque para él aquella incitación a la locura, pasado lo pasado, se le revelara pecata minuta, sabía que su viaje concluiría en pocos minutos. Y así fue. Acababa de llegar a la estación de autobuses de Murcia, el mundo libre se abrió ante sus pies y su figura alta destacó, junto a una mediana mochila, entre una muchedumbre mañanera que transitaba por la terminal.

Han pasado cinco años y Adjoa ha dejado atrás la irregularidad administrativa que impera bajo la batuta capitalista. Ha conseguido su derecho a trabajar en el mundo libre que tanto anheló y ahora, dejándose el pellejo por dos euros la hora recolectando verduras, imagina con tristeza la ausencia en los ojos de sus hermanos pequeños, recuerda a su madre y recuerda el sol de Tanzania, los cuentos y leyendas que contaba su abuelo bajo la sombra del árbol de ébano.
Sí, hoy Adjoa recuerda, mientras el mal llamado mundo libre, lo consume y subyuga con especial distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Nunca debió haber puesto pies en el llamado mundo libre, piensa porque la vida aquí no es ninguna canción.

sábado, 17 de enero de 2015

¿A quién vomitan las nubes?



"Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame".
(Alfonsina Storni. 1892-1938)



   Por las calles de los mortales,
del cielo callado que me redime
desdibujado quedo,
entre autómatas y transeúntes
que vagan ¿libres?.
Hago obligado el lloro de las nubes
grises como mis ojos fatuos,
cuando mi Yo
moja mi rostro
y por tragar sapos
llagas derrocho.
Porque de mis descosidas cicatrices
desfiguradas mariposas  veo volar
y entre autómatas y transeúntes se diluyen.
Todo indica que he sido borrado,
y creo, pienso que mañana no voy a madrugar.

domingo, 4 de enero de 2015

Estrellas colgantes. (A Bea, por su creatividad)



“No recibo cartas de los muertos,
 y sin embargo, cada día los quiero más.”
(Emily Elizabeth Dickinson. 1830-1886.)



Y cuando la noche le robó ciento treinta y tres parpadeos,
con aquel amable búho
se encontró su radiante corazón.
Noctámbulo de colores,
 espectador en su rama de estrellas colgantes,
 sedentarias que flotan de mágicos hilos.
Y en la inocente cara de la luna
aguardan juntos
salir de la realidad
o ser víctimas beneficiadas
de la bondad de tus pinceles.