que enseñan a alejarme,
sonrío.
Acepté las heridas,
como el té en Saidia.
Y como mariposas en Michoacan
antes de llegar a la frontera
del último beso,
broté entre las piedras.
Hoy escucho el vaivén de olas
que consigue despertar olvidos
a tus cartas sin destino.
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